“¡Increíble!…. ¡respiran luz!…..” (Un disparo, un ruido: ¿un cuerpo que cae?, silencio…). Alan Drake interrumpió la audición. En realidad no había nada más que escuchar. Observó de nuevo el resto del contenido del sobre. La dirección, el nano-switch, el ikonoductor móvil. Sentado, cansado, apoyó la frente en sus manos, y cerró los ojos… tal vez así despertaría de este mal sueño. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la señal del ikonoductor. Lo activó, sin ganas, sabiendo lo que escucharía. Colgó. No podía retrasarlo más, tenía que moverse, y hacerlo rápido. DRATUS venía tras él.
Conocía muy bien la forma de actuar de Maruchenko, la cabeza visible de la siniestra organización DRATUS. Sabia que si no lo tenía ya, no escatimaría ningún medio para conseguir lo que quería y, desde luego, medios no le faltaban. Maldijo para sí mismo la imprudencia de su contacto, le había dejado bien claro que el ikonoductor era una herramienta traicionera y a pesar de ello, lo había vuelto a usar. Subió a su discreto utilitario italiano de medio vuelo, y se dispuso a emprender una carrera frenética contra el tiempo, en la que el mayor descubrimiento de la humanidad corría peligro de caer en las manos equivocadas.
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-Ya lo tenemos- Maruchenko sonrió ante la pantalla… había utilizado todos sus recursos para encontrarlo, y aún así, todo había sido en vano hasta ahora. Hasta ahora. No quedaba mucho tiempo. –Lo hemos localizado- dijo, y levantó la vista hacia Kaita.– Lo quiero vivo. Intacto.- Kaita asintió en silencio y salió de la sala. Maruchenko contuvo la agitación que sentía… Casi lo había logrado…. Aún no entendía cómo KASSTAR se había hecho con el cuerpo, robado la información y destruido los archivos originales. Si no llega a ser por el Dr. Shustov, hábilmente infiltrado en el equipo de KASSTAR a tiempo, ahora mismo todo estaría perdido. ¡El trabajo de 10 años en manos de la competencia!… sólo de pensarlo se ponía enfermo. El futuro de la humanidad, su humanidad, estaba en juego. Y no había sitio para nadie más en el futuro.
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Alan llegó a las afueras de la capital. El conjunto de los edificios de las instalaciones de los laboratorios de KASSTAR constituían una pequeña ciudad delimitada por un muro de más de veinte metros. No pudo evitar un ligero sentimiento de nostalgia. Ya hacia casi diez años que había dejado su trabajo allí. Se identificó como agente del gobierno, y, una vez dentro, no tuvo dificultad para llegar a la dirección que su contacto le había enviado. Entró en el edificio, y subió a la cuarta planta. La sala 42 se encontraba casi al final del pasillo. No se oía nada que no fuera el sonido de sus propios pasos. Una vez frente a la puerta utilizó el nano-switch que había rescatado del sobre. Karl le esperaba dentro.
– … aquí tienes los resultados del análisis del sujeto robado a DRATUS, junto con todos los detalles científicos de la investigación. Lo dejo todo en tus manos, Alan. He destruido el resto de la información. Ahora ni DRATUS ni KASSTAR la poseen.
– El gobierno del país y la humanidad están en deuda contigo, y yo también, Karl.
– Supongo que sólo podré cobrarte a ti esa deuda, así que no te dejes matar ¿OK?
– Lo intentaré – Alan sonrió levemente, los viejos tiempos acudieron a su memoria. Hacía ya 4 años que no trabajaban juntos, era agradable comprobar que esos años no habían cambiado a Karl Shustov.
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Ardía en deseos de reproducir el disco holográfico retrodispersor que Karl le había proporcionado, y lo haría en la tranquilidad de su “cueva” (un lujoso apartamento en el piso 1205 de “La Torre”) mientras disfrutaba de su terapia levitatoria transcendente. No concebía la paz mental sin ella, especialmente tras conocer, meses antes, que el futuro de la humanidad estaba claramente escrito en la estrellas. Y no era precisamente alentador.
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La luz que emitía el calendario astronómico era la única que iluminaba la estancia del pequeño apartamento. Karl se preparó una bebida bastante fuerte. No lo ayudaría, al igual que tampoco lo haría la música suave que acababa de poner, la tenue luz… pero de cualquier forma, era agradable. Al igual que ayer, el sueño no acudiría esa noche, ¿quién podía dormir en estos días?… Se recostó en su sofá ergonómico y dejó su mente vagar.
Intentó hacer memoria de los terribles acontecimientos del último año. Todo comenzó con las constelaciones del Zodiaco. Era como si el año se fuera acortando cada vez mas; el fondo de estrellas que antes se reproducía cada 365 días ahora ya lo hacia cada 50, e iba acortándose rápidamente. Pronto descubrieron la razón: el sistema solar en su conjunto ya no orbitaba sobre el centro de la galaxia, sino sobre algo mucho más cercano, más poderoso también. El agujero negro que les había atrapado tenía la masa de 1 millón de soles,…¡y no había escapatoria!. Era urgente encontrar una vía de escape para la especie humana antes de que todo fuera engullido en la nada más absoluta. Pero había un problema: aunque las naves ultragalácticas existían desde hacía un siglo, era imposible sintetizar el oxígeno suficiente para el larguísimo viaje…al menos que sólo salvaran a unos pocos. Pero, ¿quién tomaría esa terrible decisión?. Sin embargo, se encontró otra solución…
El fugaz sonido que emitió su ikonoductor lo devolvió a la realidad, Kaita quería encontrarse con él.
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Kaita apagó el ikonoductor. El plan seguía el curso previsto, pero se sentía intranquila, culpable quizás. Traicionaba a su gobierno, a su país. Recordó las suaves palabras de Karl, todo es por un bien mayor, juntos lo conseguirían. Que Alan se pusiera en contacto con ella era sólo cuestión de tiempo, poco tiempo, en realidad. Pero su misión no terminaba ahí. Tenía que servir a Maruchenko la cabeza de Alan en bandeja de plata.
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Alan terminó de estudiar el material que contenía el disco. Por una parte, el sueño más preciado de la humanidad, ni más ni menos que la inmortalidad, se hacía por fin realidad. Era de una sencillez pasmosa, como todas las ideas geniales a posteriori. Las plantas de alguna manera ya “respiraban” luz, la fotosíntesis les daba el oxígeno y el alimento necesarios, el hombre no hacía nada más que aprovecharse de este fenómeno, directa o indirectamente, a través de la ingestión de herbívoros. Por otra parte, era precisamente el oxígeno que respiraban ellos por su cuenta lo que les mataba a la larga, les acababa “quemando”. Pero lo habían conseguido, mediante una manipulación genética ingeniosa ya era posible que los hombres respirasen luz directamente… se habían liberado de la necesidad de cargar con su valioso combustible allá donde fueran. Pero no todo terminaba ahí.
Las mutaciones para respirar luz implicaron necesariamente otras mutaciones: las de los clock genes, ya que era inútil, (y peligroso, como se demostró después), su papel en la regulación del consumo de oxígeno. No era posible simplemente eliminarlos, ya que regulaban también los ritmos circadianos humanos, algo imprescindible para su adaptación a los distintos entornos que les esperaban. Pero también se había encontrado la manera de, desde el exterior, y ¡a distancia!, controlar de forma increíblemente precisa las miles de distintas expresiones de los clock genes mutados, para así ajustarlos al entorno y conseguir una adaptación inmediata. Y ahí estuvo la trampa. Porque la expresión de los clock genes controlaba a su vez la muerte (apoptosis) celular. La identidad del individuo mutante (que podría eliminar con una muerte selectiva de células cerebrales) y su vida (la muerte celular masiva acabaría con él en cuestión de segundos) estaría en manos de quien poseyera tan increíble tecnología. La gente no tendría más opción, si no querían morir o perder su “espíritu”, que doblegarse a su voluntad. KASSTAR y DRATUS competían por alcanzar ese poder. El poder de un dios. Quien ganara la batalla tendría en sus manos salvar a la humanidad. A cambio, la humanidad le pertenecería.
Tenía que contactar urgentemente con la doctora Kaita Sun. Y sabia donde encontrarla. En la zona subterránea el sector Oeste, justo debajo del ostentoso Palacio de Congresos de la ciudad. Pero debía tener cuidado. Rastreó con el psicolocalizador cuidadosamente los alrededores por si le estaban siguiendo. Así era, el juego comenzaba.
Decidió que era demasiado arriesgado coger el coche, así que salio a la calle y abordó un aerotaxi. Aterrizó en la planta más alta de la torre situada frente al Palacio de Congresos. Allí cogió el ascensor y se dirigió a una de la salas de limpieza, en la que se adueñó de una de las batas de los empleados. Al final, empujando un carro con los típicos utensilios del oficio (incluido el desionizador de polvo portátil, de 15 mil voltios) se encaminó tranquilamente a la salida. Se deshizo del carro y la bata, pero retuvo el desionizador, de un tamaño muy manejable.
Una vez en la calle echó un vistazo al cielo, algo iba mal con la luz de mediodía. La visión que tuvo le dejó paralizado. Aunque el proceso debería ser gradual, algo no cuadraba. La intensa fosforescencia producida por la nube de gas cósmico deglutido por el agujero negro no debería haber cegado el sol tan pronto. Sin embargo, todo el cielo brillaba con una luz azul-verdosa sin solución de continuidad. A partir de entonces, ya no habría noche en la tierra, era como estar bajo una potentísima aurora boreal que auguraba el fin inminente el orden conocido. Pero, no había tiempo para sentimentalismos ni especulaciones científicas.
Llegó al Palacio de Congresos, sus credenciales gubernamentales le permitieron moverse por el edificio sin problema. Accedió a los sótanos. Al parecer no había moros en la costa. Demasiado fácil. ¿Una trampa? Qué ilusos… No necesitó forzar la puerta, estaba abierta. Entró sujetando fuertemente el desionizador en su mano derecha.
Acertó a ver unos pies femeninos, el final de un cuerpo tumbado y sangrante que reconoció por haberlo visto en la hipervisión holográfica de su salón. Dos individuos le contemplaban. A Karl lo identificó enseguida, pero a Maruchenko no lo había visto en su vida…
….
“Aún queda explicar el porqué de la actitud de Alan cuando escucha la grabación, cual es su plan, que relación tenía con Karl, que gana este haciendo lo que hace, cual es el papel real de Kaita en esta historia, porque KASSTAR no tiene una cabeza visible, porqué Maruchenko está esperando en persona a Alan, porqué le quiere vivo, como utilizará Alan el desionizador… y muchas cosas más…”
A Marta ya le dolía la cabeza, no pensaba en otra cosa. Todo empezó como un juego, y el juego le había llevado a descubrir que escribir es crear. Descubrir que en ese mundo ficticio tienes el poder de un dios. Pero un dios que no juega a los dados(*). Aún siendo supuestamente omnipotente no podía hacer y deshacer a su antojo, las historias de los personajes debían tener un sentido y entrelazarse con la del resto de una forma coherente.
Si quería que la parte mas “fantástica” de la historia se inspirase en leyes físicas y biológicas reales tampoco tenía una libertad total al imaginarlas.
Eran pocos los personajes, pero, construirles una vida en un mundo determinado no le estaba resultando una tarea fácil, en absoluto. Quizá, al igual que un dios, tendría que recurrir a que les ocurriera alguna “casualidad” para explicar alguna cosa. Eso también le dio que pensar.
En algún sitio escuchó sin embargo una explicación más poética. Que al final nunca se era un autor escribiendo la historia de unos personajes. Ellos buscaban un autor que escribiera su historia.
Dejó el ordenador por el momento, tenía que descansar.
(*)”Usted cree en un Dios que juega a los dados, y yo en la ley y orden absolutos” Albert Einstein, carta a Max Born