Los relojes se me paran,
me separan de de tus alas
de paloma de la guerra.
Las puertas se me cierran
y toda tierra es poca
sin el cielo de tu boca,
que equivoca los minutos
que me quedan con el luto
de tus ojos que no lloran,
que devoran mi deseo.
Y cada parpadeo
se convierte en guillotina
en el mar de tus retinas.