Van algunos años
y no hemos dejado
que nuestro humor de ciudad domine:
creamos un arte flexible
(a otros ojos barroco).
Nos prometimos conversar,
era posible ausentarnos
a veces, asustados,
levantando el teléfono
casi compulsivamente.
Pero lo efímero ya no espanta.
Acordamos
que tú escribirías cuentos breves
y yo poesía.