Te espero.
Cuando no estás,
estoy refugiada en un asilo de locos
que circunda la casa donde escribo.
Taciturna, apagada, desvelada,
de a trozos y corrupta de condicionamiento.
Te espero.
Se renueva la idea al esperarte.
Sé que podré renacer en tu pupila,
pupila larga, húmeda, penetrante,
intemporal y única.
Te espero.
Mi sangre corre, me recorre.
Desfenezco y salgo
a la superficie tangente de la vida.
Sé entonces que habrá otros soles en la puerta
perfectamente reclinados en el marco.
Sé que anbriré a tu paso, a tu llamada,
irrepetible y repetida.
Te espero
y sé que no me muero.
Sé que hay en este mundo
otra oportunidad de vida para mí.
El derecho a la espera es todo mío,
es mágico y acantilado,
dilatado, enorme, desbocado,
y entiendo que a tu lado
es posible la sensibilidad.