Los ojos, a veces, son un miedo estancado,
o dos bóvedas tristes que resuenan un eco:
el perdido tambor de la voz de la madre,
o su risa que era como misa solemne.
En los ojos hay hierbas color de Verano,
Deslumbrados recuerdos de calor y pereza,
O alambiques de miel y de incienso de cardos;
La caricia que había en la infancia del pueblo.
Son millones de miles la miriada de ojos
De mujeres de hueso que han fijado mi sangre:
Son sus ojos los ojos que alumbraron las cunas
En las albas de barro que repite el Invierno.
Es de cales y arroyos y de ropa tendida
El cansado mirar que fue en tardes de Otoño,
Al volver del trabajo y el dolor sordo y mudo,
Y de ollas ya rotas y esperanzas marchitas.
Son los ojos canciones y los bailes de Mayo,
Y el amor infinito de las playas lejanas,
Y los sueños que sueñan las precoces muchachas
En Castillos que un día serán ruinas de insectos.
Si me miro al espejo, ven mis ojos tus ojos,
o los ojos aquellos que cegó la agonía;
son los ojos a veces un reflejo incansable,
una tierna costumbre y un peligro perpetuo.