Quiero que la noche me traiga la calma,
pero lo sé inútil, es vana esperanza,
la sombras no llevan sosiego a mi cama.
Voy a despertarme muy solo en el alba,
otra vez buscando un cuerpo que falta
aquí, en mi costado, tu cara en mi cara.
Ausente tu boca, tu risa, tus palmas,
estrecho la almohada con vana añoranza,
extiendo los brazos, aunque no te alcanzan,
me muerdo en los labios un beso que sangra.
Tu nombre es apenas lo que me acompaña…
y pasan las horas hasta la alborada.
Ha sido en el sueño: tú me regañabas
por tantas caricias que ahíto te daba
y por tantas veces que ansiosa entregabas
el talle curvado, tendida de espaldas,
los muslos abiertos en muda llamada,
los pechos airosos y la voz callada,
pues eran suspiros lo que yo escuchaba…
Apenas recuerdos de un lapso que acaba
cuando en la ventana la luz se adelanta
haciendo que fuguen las tinieblas vagas
del dulce letargo donde te encontraba.
Despertar no quiero, prefiero la trama
de falsas soñeras en donde allí estabas,
bacante, desnuda, febril y extasiada,
con la piel perlada de sudor, cansada
de recibir tanto, no negarme nada.
Por eso te digo, fiel enamorada,
que cuento los plazos hasta tu llegada,
como cuenta un preso los meses que faltan
para que su pena le quede saldada.
Ya pasó la tarde, ya vendrá el mañana,
cuando el sol se ponga, volveré a soñarla.