Decirte que no, hijo,
es un desgarro del cuerpo,
y una mueca de sapiencia
que salta enroscada
en la apariencia.
Decirte que no
es bailar descalza en las llagas
de un fuego desbocado
abriendo el azar como un sobre,
recorriendo sinsabores.
Y si más insistes,
más dudo y me deshojo
y si más argumentas,
más me doblo.
Tus pedidos se me hacen órdenes.
Y te imagino sediento
en el desierto de mis dudas y perdones.
Voy nadando contra la corriente
en un charco
y me ahogo en la boca de un sapo.
Soy un soldado de plomo
en una guerra de barro,
Y sin embargo,
a veces gano.