Infandum, regina, iubes renovare dolorem
VIRGILIO, Eneida II
Cae la tarde en las calles de Seleucia y quieres
renovar un dolor indecible.
Qué despacísimo nos recordamos.
Noche tangible sobre la sima
donde han reposado
tantos cuerpos desnudos,
jóvenes,
precipitados –casi– al sueño,
igual que los nuestros.
La incólume belleza de tu rostro,
el rumor undoso por las bocas
inflaman el ánimo. Lento
dejas que te abarque,
lo mismo que si fueras isla.
Qué despacísimo nos recordamos.
Puedo sentir tu fiebre sobre mi pecho,
el pulso comunicativo en la carótida.
Tengo la certidumbre de tu piel,
levemente. Espesura.
Titubea sobre la piedra antigua
un fulgor inasible: solos, noche.
Y todo, ay, para nuestro daño.