162- Tintineo de hielos. Por Marlowe
- 15 julio, 2011 -
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Reconozco que el erotismo es pura sugestión. Tiene que estar dentro de uno, pero dependemos de algún estímulo que lo active. No voy a decirte que no me estimules, no me malinterpretes, por favor. Lo que te quiero explicar es que tengo un problema con el sonido de los hielos dentro de una coctelera. Te sorprenderás, pero no es fácil de explicar.
En cuanto escucho ese tintineo de los hielos chocando entre sí y contra las paredes de frío metal, algo se pone alerta dentro de mí. Se me multiplican los sentidos, noto el vello de mis brazos erizarse y mis pupilas se me dilatan.
Todo empezó aquella noche en el restaurante del hotel en Houston. Yo había ido a dar una conferencia en ese mismo hotel. Llegué por la noche y, para calmar los nervios por la ponencia del día siguiente, bajé a tomarme una copa.
Me senté en la barra y no pude evitar fijarme que en el otro extremo había una mujer con un ceñido vestido blanco que bebía en solitario. No sé si fue una asociación rápida de la mente, pero delante de mí había una carta de cócteles y espontáneamente pedí al barman lo que la caprichosa sugestión había decidido por mí.
Una “dama blanca”, pedí. En seguida, caballero, contestó. Ella me miró. Tintineo de hielos. Yo le mantuve la mirada. Los hielos tintinearon más. Ella se levantó. Generoso chorro de ginebra. Ella se ajustó el vestido. Ligero chorro de Cointreau. Ella se empezó a acercar. Una cucharadita de zumo de limón. Ella se sentó frente a mí. Clara de huevo sobre el líquido. Ella me sonrió. Granos de café. Ella me besó. Tintineo de hielos. Tintineo de hielos. Tintineo de hielos. Miles de moléculas agitándose, mezclándose, colisionando, pidiendo auxilio.
Inmediatamente, me vi arrastrado por un impulso irrefrenable a la habitación del hotel a poseerla. Y lo más curioso es que todo el rato no sonaba otra cosa en mi cabeza que el tintineo de los hielos. No recuerdo de lo que hablamos. Ni siquiera podría asegurar que lo hiciéramos. Sólo recuerdo estar agitándome sobre ella mientras ese irreverente ruido de hielos horadaba los endebles muros de mi cordura.
Tiene gracia. Nunca llegué a saber su nombre. Nunca llegué a probar ese cóctel. A veces pienso que a lo mejor son dos cosas inseparables. De hecho, a ella la recuerdo como “La Dama Blanca”, y el sabor del cóctel lo proceso en la parte de mis recuerdos donde van a parar los más inconfesables. Donde seguramente algún día estés tú, cuando remita este sonido de hielos y pueda por fin poner mis pensamientos en orden.
162- Tintineo de hielos. Por Marlowe,
SIMPÁTICO RELATO, BIEN ESCRITO. YO ME PREGUNTO ¿FUE EL COCTEL LO QUE EL PROTAGONISTA TOMÓ? ¿REALMENTE HIZO EL AMOR CON LA DAMA BLANCA O TODO FUE CONFUSIÓN EN SU MENTE?. SUERTE MARLOWE
Una curiosa alternativa a la Viagra que, al menos para romper el hielo, parece tener tanto o más efecto en las señoras que en los caballeros. Si así fuera probablemente arruinaría al laboratorio Pfizer, porque los cubitos salen tirados de precio comparados con las famosas pastillitas azules.
Narración muy imaginativa que entra directamente al capote del asunto sin muchas contemplaciones.
Por otro lado, eso de «la Dama Blanca» tal vez aporte connotaciones de un polvo muy conocido. No sé si ésa era la intención del autor y el cuento alberga una segunda lectura.
Suerte.
Buen relato en el que lo único que me «chirría», como lector, es la elección del «poseerla»; no acaba de convencerme el término.
Excelente manejo del ritmo y arriesgada -y acertada- elección del narrador en segunda persona.
Mis felicitaciones al autor/a.
Sugestivo relato. Lo he leído con gusto. Suerte.
Me parece un relato bien escrito para un tipo de literatura de relatos cortos de una temática determinada.
Suerte.
Puro Pavlov, o sea, reflejo condicionado. Así que ahora, el simple tintineo hace su trabajo, por asociación, lo que no deja de ser una comodidad. Un relato entretenido.
Un saludo con mis mejores deseos para el certamen.
El relato me ha dejado satisfecha.
UN SALUDO
Breve pero buenísimo. Impecablemente escrito, sorprende como se puede sacar tanto de una idean tan sencilla. Magistral el momento del encuentro, cuando se alternan las fases de la creación del coctel con el acercamiento de la Dama Blanca.
Tienes mi voto y mis mejores deseos para el certamen
¿No sería más propio decir «me senté a la barra»? Aunque en español solemos decir «sentarse en la mesa» por «sentarse a la mesa». Ahí los ingleses sí lo tienen claro, con su uso de las preposiciones. Nosotros empleamos el «en» para casi todas las situaciones de lugar.
De todas maneras, el relato me ha gustado mucho. Suerte, Marlowe.