90- Esperanza frustrada. Por Verdarana
- 4 julio, 2011 -
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Siempre había pensado que bastante tenía con los problemas que su vida le proporcionaba, como para preocuparse por los de los demás. En esos momentos no estaba para bromas: su chico la había dejado porque decía que siempre estaba de mal humor y ya no la soportaba; se había matado estudiando durante varios años en la universidad y llevaba dos intentando encontrar un trabajo de lo que fuera, porque en su profesión era imposible hacerse un hueco; sus amigos trataban de consolarla, pero también estaban un poco hartos de su pesimismo, sobre todo porque algunos de ellos se encontraban en la misma situación o peor; en casa, no cesaban las discusiones con sus padres que, aunque comprendían su situación, creían que la solución no era estar todo el día en la calle y -lo que era peor- tomando cañas. La verdad es que a altas horas de la madrugada -ya mareados- la cuadrilla solía acabar sentada en una acera del casco viejo de la ciudad gritando que ellos eran la generación “ni ni ni”: ni estudiaban ni trabajaban ni veían la forma de salir de ese círculo. Allí, a esas horas, en días laborables, solían coincidir con algunas personas sin techo que se unían a ellos para charlar y compartir penas y bebida.
A Henar, aunque también le daban pena, le fascinaban las historias que contaban algunos de ellos; sobre todo las de Luis, un arquitecto que apareció un día y comenzó a contarles cómo montó su estudio nada más acabar la carrera. Le fue tan bien, que tuvo que contratar a más personas y pedir un crédito importante para trasladar el estudio a una oficina bastante mayor y en mejor zona que la anterior. Cuando llegó la crisis, los trabajos fueron decreciendo a tal ritmo, que no tuvo tiempo de tomar medidas, así que se vio embargado y con unas deudas tan importantes que entendió que lo mejor era desaparecer del mapa hasta que las aguas volvieran a su cauce. Así que viajó de Barcelona a una capital de provincia, donde fuera difícil localizarlo, y optó por Valladolid. De eso hacía ya cinco años, durante los cuales se había buscado la vida como había podido: primero, mendigando; después, en trabajos muy mal pagados que le iban saliendo. Llamaba a sus padres una vez al mes, sin fallar si uno, para que no se preocuparan, y les contaba una historia preciosa sobre todos los proyectos que le encargaban y los buenos beneficios que le aportaban. Ellos -pobres- creían que su hijo residía en Madrid y se sentían orgullosos de su trayectoria profesional. Luis se mostraba siempre optimista; solía decir a Henar y a sus amigos que no debían dejar de luchar por lo que deseaban, pues rendirse era la mejor forma de no alcanzarlo jamás. Henar -dentro de lo que la ingestión de alcohol le permitía- lo escuchaba embelesada; le resultaba muy difícil entender cómo esa persona que se encontraba en aquella tremenda situación podía mantener intacta su esperanza. Llegó a tal punto su fascinación por él, que algún día que otro se paseaba sola por la zona con la intención de encontrárselo, aunque nunca lo consiguió.
Transcurridos algunos meses, Henar tuvo que reconocer que se había quedado colgada de Luis. Cada vez pensaba más en él y menos en -lo que ella consideraba- su asquerosa vida-. Así transcurrió un tiempo, hasta que él dejó de aparecer durante aquellas noches llenas de alcohol y confidencias. Nadie sabía nada de su vida, comentaban que parecía que se lo había tragado la tierra. Henar, al principio, perdió todas las ganas de luchar que había acumulado durante ese tiempo de contacto con Luis, pero conforme fue pasando el tiempo, tuvo la lucidez de quedarse con todo lo bueno que él le había aportado y eliminar esa especie de enamoramiento que había creído sentir. Dicen que tener pensamientos positivos es la mejor manera de atraer todo lo bueno hacia ti y así fue. Al poco tiempo, Henar encontró un trabajo, no era lo que ella había soñado, pero la idea de poder pagarse algunos gastos y sentirse ocupada podía con todo lo demás.
Pasados unos meses, Henar y sus amigos decidieron, ahora que se encontraban en mejor situación, crear una patrulla solidaria como agradecimiento a aquellas personas de las que tanto habían aprendido. Cada noche salían por aquel barrio en grupos de tres a repartir comida, bebida, mantas, ropa…entre todos los que lo necesitaran. Nunca hasta entonces se habían sentido tan a gusto consigo mismos; en vez de “ni ni ni”, se habían convertido en “y y y”. Mantener la esperanza -como siempre les decía Luis- había surtido efecto y, además de ir consiguiendo su sitio en la sociedad, ser útiles a la misma les hacía sentirse mejores personas.
Como en esta vida -con un poco de suerte y paciencia- los sueños pueden realizarse, Henar, por fin, consiguió el trabajo ideal, aquel por el que tanto había luchado. Ejercía de aparejadora en un estudio de arquitectura recién montado en los alrededores de Madrid. Un día -cerca de Navidad- en que tuvieron una cena todos los trabajadores del estudio, su jefe -que había tomado alguna copa de más- le habló de un compañero suyo de facultad que había tenido un gran éxito en un momento dado, pero que había caído con la crisis del 2009 y pasó varios años sobreviviendo como pudo entre trabajos de poca monta y almas caritativas. Cuando él comenzó a buscarlo para que se incorporara a su equipo, pues era muy bueno y se merecía otra oportunidad, le llegó la noticia de que lo habían encontrado muerto en la puerta de un banco de Palencia, tras haber pasado una gélida noche a la intemperie. El corazón de Henar empezó a palpitar con fuerza, no se atrevía a preguntar por el nombre de esa persona, pero en un momento dado, su jefe movió la cabeza de lado a lado y exclamó: “¡Pobre Luis!”. A Henar se le atragantó el gin tonic y tuvo que ir al servicio para expulsarlo. Cuando volvió, su jefe ya estaba hablando con otra de sus empleadas, así que pudo salir de allí sin ser vista y, mientras caminaba hacia su apartamento, no pudo evitar que las lágrimas afloraran a sus ojos pensando en lo injusta que era la vida con las personas más luchadoras y más merecedoras de obtener su premio a la constancia y a la paciencia. Su maestro no había podido lograr su sueño.
90- Esperanza frustrada. Por Verdarana,
La vida no siempre es justa.
Un relato conmovedor.
Suerte
VERDARANA: TU CUENTO VALE PORQUE TOCA UN TEMA DE ACTUALIDAD, LOS «NI NI». Y METIÉNDOME DE LLENO EN EL RELATO, PIENSO QUE LUIS SI LOGRÓ HACER REALIDAD SU SUEÑO AYUNDANDO A HENAR Y A OTROS JÓVENES.
Triste historia que hoy por hoy se acerca demasiado a la realidad. Suerte para el certámen
Es muy actual
Suerte
Te pone a pensar en la vida… lo que me parece excelente. Un abrazo y muchos éxitos en el certamen. Me gustó.
Un relato que te pone a pensar en la vida… lo que me parece excelente. Un abrazo y muchos éxitos en el certamen. Me gustó.