Rubén Darío
En horizonte de letras
se inscribe el verso
que irradia sutil fuerza
de los paladines de tu hechura
“Yo soy aquel que ayer no más decía”
-así escribiste- mi amado Rubén
y ahora quedó de ti…
El guerrero del salmo
con pluma versallesca,
ilustre señor de divina palabra,
que instauró
la sagrada idea
desbordante del pleno
juicio, siempre anhelante
de vida y esperanza.
La claridad de la luna
fue hilo plateado,
bordado en tul azul
en el sueño de tu memoria.