Anochece por el este, aclama el alba por el sur.
El color sangre tiñe el malva
y se deja extinguir lentamente por su frío.
El cielo repta salpicado de estelas en llamas
baila sereno el blanco que escapa del color.
Anochece ante mis sentidos y aunque el céfiro es gélido
en el horizonte vibra el fuego por su calor,
aún húmedo, consumiéndose en el ámbar ficticio
con sabor a mañana temprana y amanecer.
Desorientados observan
abajo, la ciudad finge dormir
arriba, ya no quedan brasas.
Parpadea el gris lacrimoso, el blanco se vuelve salmón
y como un alud, las sombras van disipando la gama cromática
permitiendo yacer a un azul marino que lo envuelve todo.