En tu ausencia me ensaño
con esa sábana enroscada
y no produzco más que basura,
detrito en forma de palabras.
Le escupo sílabas sin sustancia
en un vano intento por dejar constancia
del presente,
como las notas que suenan por la radio.
Y no puedo evitar
este sentimiento de invalidez
espiritual.
No puedo reprimir las arcadas
del corazón.
Así que decapito otro cigarrillo
y me dejo morir sobre el colchón,
abrazando mi estómago
como un crío en el interior del útero.
Pero… ¿Dónde estás?
No puedo pegar ojo
y cabeceo en mi ansiedad.
A falta de ti abrazo a la almohada,
la hago presa de mi cuerpo,
mientras le susurro,
a oscuras, vulgares palabras soeces.
Y entonces te descubro
sentada en mitad del cuarto,
desde donde trepas hasta mí
como un mal sueño.
Ahora ya no quiero jugar,
-te digo-,
pero tú no escuchas
y con sonrisa torva
montas a horcajadas
sobre mi espíritu.
Jadeo y gimo
y aunque quisiera resistirme,
me es imposible frenar la escritura histérica,
el negro borbotón de tinta.
Polución nocturna
sobre el papel más cercano.
Esbozo de un poema
que no sé si mañana entenderé.
Suspiro de puro éxtasis.
Me vuelvo y ya no estás.
Y, de nuevo,
en tu ausencia,
me entrego al sinsabor
de la falta
de tu aliento.