Dentro de mí las madreselvas
y una mujer cuando llueve
no podrán ver los remilgos de la noche muriendo
en los ojos de Poncio Pilatos.
Cartago es una ciudad como la mía,
apenas un rasgo del pintor
sobre el lienzo verde.
Cartago está junto al puente y se abre,
trabajaré hasta el mediodía
y las otras mujeres podrán verter el grano,
su mejor y más suave pan ha de nacer en la noche,
quizás lloraré detrás de las esfinges,
adelantaré los sueños
por los malnacidos,
quiero llenarme de la miel y la leche en Cannán,
o mi Cartago,
esta dulce Cartago que llueve dentro,
dormita en el sur de mis pechos,
se yergue y suaviza los murmullos.
Cánticos de golondrinas
son trinos en el morral de este libro.
Trabajo así en la era,
ungida por las aguas donde Poncio lavó sus manos.
Se rompe la quijada de una flauta,
el sonido es como el viento rayado por la luz agonizante
de mi última noche.
Anonada este silencio
de las hormigas al recorrer mi cuerpo,
sueño con la sentencia de Judas al final de su juicio,
una vasija de barro es abortada en la mitad de la noche,
y casi es mito el rasgar del mortero.
Dentro de mí las madreselvas
son trinos en el morral de un libro.